Moa ‘vs’ Vilches

Dos grandes cabezas colaboradoras de Libertad Digital, Pío Moa y Jorge Vilches, se han enzarzado en una discusión en torno a la pregunta:

El franquismo, ¿puede defenderse desde la democracia liberal?

Siempre es muy grato e instructivo el intercambio de opiniones distintas pero éste está adquiriendo tonos agrios y, además, el director del periódico, Federico Jiménez Losantos, a quien estoy escuchando ahora mismo, está tomando partido en ella y amenazando la continuidad de Pío Moa en Libertad Digital con el argumento de que:

Libertad Digital no está ni para desenterrar ni para resucitar a Franco y que, quién quiera resucitarlo, ya puede ir mirando la puerta de salida.

Como Libertad Digital ha sido uno de los pocos sitios que me han permitido defender la figura histórica de Franco quiero decir:

1. Nadie quiere resucitar al franquismo

Es cierto que sus enemigos andan estos días ―según parece― intentando desenterrar los restos mortales del dictador para que no continúen reposando en el Valle de los Caídos. Pero es falso que nadie queramos resucitar un régimen cuyo origen tuvo sus causas y su ejercicio, su justificación, que ―con todos los errores e injusticias que se quiera― y, en última instancia, fue la transformación de España en un país moderno pero no olvidadizo de sus orígenes ni aborrecedor de sus tradiciones.

Lo que estamos pidiendo, no es su resucitación, sino el reconocimiento de la figura histórica de Franco frente a la propaganda marxista que quiere presentarlo como un tirano, genocida, que dio un golpe de estado contra una democracia idílica y el reconocimiento de que su dictadura fue benéfica para España aun reconociendo las injusticias que ―como en toda guerra y postguerra― se cometieran en los comienzos del régimen.

No se trata de añoranza. Se trata de ansia de justicia histórica.

2. A mi modo de ver, esta discusión entre demócratas liberales ―no me refiero aquí a la postura izquierdista respecto al asunto porque con esa gente es imposible dialogar― parte de un error garrafal.

El error es confundir la Dictadura con los demás sistemas de gobierno, a saber: Monarquía, Aristocracia, Oligocracia, Democracia y Tiranía y la tendencia a confundir Dictadura con Tiranía ―tendencia comprensible si atendemos a la mayoría de las dictaduras que ha habido en el siglo XX―.

La diferencia esencial entre la Dictadura y los demás sistemas de gobierno que he enumerado es que éstos pretenden ser formas acabadas de mejor sistema de gobierno y, por tanto, tienen, por su esencia, afán de continuidad.

No sucede así con la Dictadura. La Dictadura es un sistema de gobierno excepcional que aparece para dar respuesta a una situación excepcional que pone en peligro al sistema de gobierno estable, permanente, sin que ella tenga afán de permanencia.

Copio de la Wikipedia:

La dictadura era en la Antigua Roma el gobierno extraordinario que confería a una persona, el dictador, una autoridad suprema en los momentos difíciles, especialmente en los casos de guerra.

Cuando los cónsules, hacia 500 a. C. propusieron el alistamiento de los plebeyos en el ejército para responder a la amenaza que suponía para Roma la alianza entre los pueblos del Lacio y los Tarquinos, se encontró con su negativa. Como todo el poder recaía en los patricios, eran ellos los que poseían las riquezas y a ellos tenían que acudir los plebeyos para obtener los préstamos con los que subsistir; sin embargo, los patricios abusaban de las leyes contra los deudores insolventes que permitían al acreedor incluso hacer esclavo suyo al deudor. No resulta extraño, entonces, que los plebeyos se negaran a defender con su vida a aquellos que tan mal les trataban, a no ser que fuera a cambio del perdón de todas o parte de sus deudas. Ante esta situación, el Senado, para poder repeler al enemigo exterior y satisfacer las demandas de los plebeyos propuso, por iniciativa de Tito Larcio, el nombramiento de un magistrado superior a los demás y a las mismas leyes, a lo que el pueblo accedió esperando quizá algún alivio de la novedad.

El magistrado supremo recibía los títulos de dictador y senador del pueblo (dictator, magister populi) y ejercía su autoridad por espacio de seis meses a lo sumo, período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios, los magistrados, excepto los tribunos de la plebe, se abstenían en el ejercicio de su jurisdicción y nadie podía criticar, censurar ni discutir las órdenes del dictador. Para demostrar su superior magisterio, el dictador marchaba precedido de 24 lictores, frente a los 12 que acompañaban a los cónsules.

Dictadores fueron Tito Larcio, Cincinato, Camilo, Papirio y Julio César.

Se me responderá con los argumentos de que la dictadura romana era una figura previamente reconocida en su legislación y que el régimen de Franco fue vitalicio y no devolvió el poder al régimen anterior al suyo.

De acuerdo con estas diferencias. Lo que pretendo señalar, esencialmente, es el carácter limitado en el tiempo que tiene la dictadura, carácter que nunca olvidó Franco. Antes bien, sabemos que su mayor preocupación durante su magistratura fue qué régimen sucedería al suyo. Teniendo en cuenta que, como el mismo Caudillo nos dijo en su Testamento Político y estamos viendo en estos nuestros mismísimos días,

los enemigos de la Civilización cristiana no descansan,

eligió, como mejor sistema de gobierno para España el de nuestra Monarquía tradicional limitada por las leyes, el derecho consuetudinario, el derecho natural y asistida por el Consejo del Reino.

Se podrá considerar ésta la mejor forma de gobierno o no ―yo, personalmente, pienso que lo hubiera sido― pero, a lo que voy es que Franco conoció lo excepcional de su régimen y no lo quiso perpetuar en un familiar suyo al modo del tirano, sino que, equivocado o no, quiso devolver a España su mejor sistema de gobierno.

Nadie, pues, quiere resucitar al franquismo. Los franquistas conocemos muy bien la excepcionalidad coyuntural de tal régimen y, si algo pedimos es conocimiento cabal del mismo y reconocimiento de su labor, aunque sólo sea para que en España no vuelva a ser necesaria una nueva dictadura franquista.

3. Sentado esto y entendiendo que no se pueden mezclar churras con merinas, la pregunta de si se puede defender al franquismo desde la democracia liberal no podemos contestarla sin conocer cuál fue la situación que dio lugar al nacimiento del franquismo, a qué problemas tuvo éste que enfrentarse durante su recorrido histórico, cómo fue su final y qué régimen acabó, efectivamente sucediéndole.

A este respecto, me parece muy pertinente el comentario que hace pablocj en el artículo de Moa:

Es absurdo tratar de comparar una teoría política sobre el papel, el liberalismo, con un hecho real que ocurre en un contexto determinado, el Franquismo.

Es absurdo creer que después de una guerra, y más si es civil, las cosas pueden volver a la normalidad de la noche a la mañana.

Eso tampoco ocurrió en Alemania, que mantuvo una ocupación militar americana, que aún mantiene muchas de las bases militares. Otro ejemplo sería el desarme militar forzoso que ocurrió en Japón.

Lo mismo que en Irak o Afganistán, siguen las fuerzas extranjeras para intentar mantener la paz , en España, la fuerza para mantener la paz, era la propia dictadura.

En los Balcanes aún hay tropas internacionales.

Es de simple sentido común.

Enumeración a la que yo añadiría la postguerra francesa, ni mucho menos exenta de crímenes contra las personas a las que tildó de colaboracionistas.

Efectivamente, es de simple sentido común pero parece que, a veces, el vulgar de las gentes tenemos más sentido común que ciertos historiadores.

4. En nuestros días estamos viviendo, si no una situación equiparable a la de la II República, sí un envalentonamiento matón de la izquierda hacia el liberalismo que la recuerda. Ayer mismo, los diputados del Parlamento catalán tuvieron que gritar auxilio en el mismísimo Parlamento ante la actitud violenta de los llamados indignados.

Para esta gente, el liberal es un fascista y, con este argumento, asesinaron a Gil Robles, a José Antonio, a Muñoz Seca y a tantísima gente, liberales y no liberales, que ellos consideraban fascistas.

Y, lo que yo me pregunto es si, de haber vivido el señor Vilches en aquella época y hubiera hecho alarde de su liberalismo, como lo puede hacer en esta España tardofranquista, no se lo hubieran cargado a él también precisamente por eso: por ser demócrata liberal, y me pregunto si, de no haberse producido tan nefasto suceso y de haber sobrevivido a la escabechina, no tendría ahora más clara y distinta de la que tiene la respuesta a si el franquismo puede o no puede defenderse desde la democracia liberal.

Don Gregorio Marañón, liberal por antonomasia, lo tenía más claro cuando, durante la postguerra, en París, reconoció, refiriéndose a la II República:

Hemos de reconocer que hemos servido a doctrinas falsas.

Espero que Federico Jiménez Losantos reconsidere su aviso a Pío Moa y no prescinda de su colaboración en Libertad Digital.

***

Vínculos:

Franco desde el liberalismo. Pío Moa. Libertad Digital.
Criticar el franquismo. Jorge Vilches. Libertad Digital.
Democracia liberal y franquismo. Pío Moa. Libertad Digital.
La guerra de Moa. Jorge Vilches. Libertad Digital.
¡Ay… Vilches! Pío Moa. Libertad Digital.
Vilches y la represión franquista. Pío Moa. Libertad Digital.

3 comentarios sobre “Moa ‘vs’ Vilches

  1. Le encuentro en el blog de Don Pío.

    Impecable artículo, Don Carlos, que estudiaré y guardaré como oro en paño para cuando toque irremediablemente enfrentarse con los señoritos inmaculados. Vilchez, aparte de llamarse liberal, puede estar inoculado sin él saberlo por cierta debilidad progre, tan común hoy en día entre los plumillas.
    Y ya sabemos que los progres juzgan el pasado con aparejos del presente para manipular el futuro.

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